Para vivir no solo se necesita alimentar el cuerpo también es importante creer en algo superior, si no en Dios por lo menos en el sentido de la vida, un propósito que nos trasciende, algo por encima de nuestra “pequeña” vida humana.
No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Deuteronomio 8:3)
Por eso se ha vuelto relativamente fácil  levantar ideologías religiosas y políticas a lo largo y ancho del mundo. Hacer creer a la gente que su existencia tiene un objetivo trascendental es algo definitivo frente a ese miedo humano a la muerte.
Siendo la trascendencia un objetivo necesario para la vida humana, los hijos se convierten en una forma de hacerlo, de igual forma las obras: la pintura, la música, la escultura y especialmente los libros.
Las personas encuentran en la publicación de un libro una forma de perpetuar su propia vida. Por eso se esfuerzan en escribirlos, publicarlos y conseguir que alguien los lea; por esto cada vez que se produce la lectura el autor y los personajes vuelven a existir, trascienden esa primera frontera de la existencia humana: la muerte.