Pensando en la vida (¿Ahora de qué vamos a vivir?)
a comienzos de la cuarentena con mi hermano Chico.


No puedo negar que la cuarentena social arruinó una buena parte de mis planes para este año, aunque dando la vista atrás es posible apreciar todo lo que he logrado. Desde luego me ayudó mucho tener las metas sobre la mesa y muy presentes. 

Comencé avanzando con la edición del libro de Wilmara Borges “Colores Raros”, la impresión de “La Magia del Asombro” un nuevo libro de adivinanzas de María Elvira Gómez, y la edición de abril de Madriguera Revista Literaria. Mientras tanto hacía ejercicio en casa y tomaba grandes descansos viendo películas y series. Finalicé el mes de marzo volviendo a escribir pero triste al no poder visitar a las niñas.

Para el mes de abril llegaron dos noticias juntas que me entusiasmaron por parte del Centro Nacional del Libro, primero abrieron la convocatoria al III Diplomado de Edición y Promoción del Libro y la Lectura (La cereza del 2020); además lanzaron su primera convocatoria para talleres literarios a distancia: Talleres a la Carta

Entonces, en medio de apagones más regulares y algunos problemas de conexión a internet pude volver al trabajo de una forma renovada. Para comenzar propuse un taller de poesía y creación literaria. Desde hacía varios meses venía conversando sobre los talleres con Joan y Angélica. Hacerlos por internet como Javier Guédez y Sol Linarez los venían realizando antes de que la cuarentena nos obligara a pensar todas nuestras actividades en este nuevo formato. 


Desde el comienzo me sorprendió y me dio mucha alegría saber que mi taller fue uno de los más solicitados, por lo que tuve que dividir al grupo en dos y estaba tan feliz que decidí comenzar de inmediato, el miércoles 29 de abril, a menos de una semana de cerrar la convocatoria. Lo organicé en un formato de inducción bastante sencillo considerando las “dificultades técnicas” propias. Enviaba un correo a los participantes con la exposición grabada en audio, una serie de textos complementarios y finalmente proponía una actividad por sesión. 

Desde el principio me sorprendí escribiendo las sesiones y grabando con el celular en medio de la noche, esperando la llegada de la luz y el internet para subirlo todo y programar la sesión siguiente. Lo hice para cada sesión. Una grabación distinta mientras aprendía de forma progresiva y buscaba mejorar la calidad del audio, los contenidos, la forma de explicarlos y las orientaciones de las actividades.

En el transcurso de cuatro semanas pude atender a los dos grupos y compilar una cantidad importante de ejercicios, además de hacer nuevas amistades, que en medio de la cuarentena y la distancia física enriquecían la experiencia. Lo gocé tanto como los talleres presenciales que había dado a comienzos del año y me esforcé por hacer de este momento algo memorable.

Una vez llegado el mes de junio volvieron a llamarme del Ibime para retomar el trabajo a distancia. Querían hacer una propuesta para trabajar desde casa con un plan especial: El Ibime al alcance de todos, le pusieron. Pude aportar algunas ideas sobre la promoción de lectura utilizando las redes sociales, hicimos algunos videos, acciones por las redes y me sirvió de excusa para abrir una nueva edición del taller.


Esta vez el taller cambió de nombre pero los contenidos eran básicamente los mismos, aunque las actividades cambiaron y pude aceptar más personas en un solo grupo. Todos eran personas con ganas de escribir su historia. Mi intención era optimizar el taller, sacarle filo, y luego de dos semanas el resultado fue mucho mejor en cuanto a la ejecución, el uso de las plataformas, los tiempos y los resultados.

En medio de las actividades pudimos organizar nuestro segundo Rincón Literario del año, una actividad que viene haciendo el Fondo Editorial Carmen Delia Bencomo desde hace años para promover la lectura través de la cultura. En esta oportunidad nos atrevimos a hacerlo grabado en forma de entrevista y tocaríamos el tema de la literatura infantil y Carmen Delia Bencomo, por lo cual invitamos a dos escritores de Mérida con experiencia en este género: José Gregorio González Márquez y Magda Uzcátegui. La actividad transcurrió sin mayor dificultad y quedó registrada en video.

José Gregorio González Márquez y Marga Uzcátegui.


El equipo organizador del día. Kevin, Josely, yo, América y Ludwianna.

Para el mes de Julio ya estaba terminando el taller mientras trabajaba en mi proyecto final para el Diplomado y producía contenidos para algunos eventos como la Feria del Libro de Caracas y la Bienal Orlando Araujo. Entonces el Cenal volvió a convocar una nueva tanda de talleres, esta vez enfocados en la obra de Aquiles Nazoa.

Mi propuesta para este taller fue una adaptación del taller de lectura oral del mes de febrero, especialmente enfocada en la obra de Aquiles y el tema de la identidad venezolana. Un tema que está presente en todo lo que hago desde que trabajé con Merlín en el Gabinete de Cultura. La intención era promover la práctica de la lectura oral en familia y para la construcción de una narrativa del hogar, en donde encuentra cimientos la identidad.


Aunque esta vez transcurrió con más de lentitud de mi parte (el Diplomado estaba en su etapa culminante), me atreví a compartir en un grupo de Whatsapp con los participantes, algo que hasta entonces me aterraba. Las actividades fueron estimulantes para todos incluyéndome. Comenzamos reconociendo los gustos e intereses de lectura de cada uno, para luego compartir los textos con familiares y amigos más cercanos e intercambiar las experiencias con el grupo, algunos en audio, otros en texto, otros incluso con testimonios familiares. Se abrió un diálogo en torno a los textos leídos y hacia el cierre del taller, los ejercicios escritos complementaron la experiencia, la cual terminó siendo un encuentro con nosotros mismos y nuestras historias.


Finalmente, a mediados de agosto, a petición de Thaís Roa, me atreví a proponer el taller de creación literaria esta vez llamado “Escritura Creativa”, como el aporte del Ibime para el plan vacacional virtual de la Gobernación de Mérida. 

La convocatoria la realizaron vía Whatsapp y para la mañana del sábado 15 de agosto ya tenía alrededor de 250 personas inscritas. Un número terrorífico para un taller literario. Así que la propuesta fue mucho más breve: cuatro sesiones que grabé ese mismo día con ejercicios especialmente escogidos para escribir porque sí, sin motivo preconcebido y de manera voluntaria. Al llegar el domingo ya habíamos acordado la creación de un segundo grupo, el cual llegó a 150 inscritos.

Trabajé con el primer grupo del 17 al 21 de agosto, con sesiones diarias y una propuesta de actividad final, esta vez con la intención de publicarla en formato libro digital. El segundo grupo comenzó el lunes 24 y cerró el domingo 30. A todos les respondí sus actividades y el resultado de este taller es posible apreciarlo en las opiniones de quienes los terminaron en medio de las dificultades, y las cuales compartiré en otra entrada.