Hoy es 10 de mayo del 2019, celebramos el día del artista plástico y a esta hora, once de la noche, mis amigos estarán celebrando con cocuy en Coro. Algunos en los bares, Barril, El otro bar o El Garúa, otros en casa de Milagros o de Alfredo o de Alirio, en La Vela estarán volcados en casa de Jhomar y María Blanca, Óstermal, Régulo o Galeano. 
Yo en cambio pasé el día haciendo mecánica y recordándolos a todos. Por un momento pasé por la computadora a revisar las fotos de años atrás. Como la vez que Nayla organizó un encuentro con sopa en la Casa del Sol y llegaron un sin número de artistas. Esa mañana se repartieron reconocimientos e hicieron discursos todos, luego se abrazaban y contaban chistes, anécdotas y chismes -que no podían faltar-. Aquella mañana Ángel Ventura colocó una pista de canciones y comenzó a cantar canciones mejicanas a pulmón abierto y bien entonado. A final como era habitual grupo a grupo se retiraron a continuar la fiesta en otras partes.
En el 2012 comenzamos celebrando los nuevos cuadros de Isabel Pernalete. De la Casa del Artesano y el Club Bolívar nos sentamos en El Tinajero temprano en la tarde a beber cerveza, con Pilar, Mariana Oswaldo y una decena de personas más, quienes terminamos viajando en el carro de Pilar hasta el solar que quedaba frente al rectorado y finalmente hasta El Garúa, último trayecto que incluyó a Andrés Silva, José Zambrano y Ramón Davalillo viajando con nosotros en la maletera.
Recordaba entonces que un año después, hace seis años, Isabel Pernalete preparó un chivo exquisito en el Club Bolívar entre música y alegría. Le entregamos un reconocimiento a Mingo Medina y luego nos fuimos a beber cervezas hasta las tres de la mañana entre la pizzería de Carlitos, la galería de Alirio Sánches y Adeliz González, y El Garúa. “Pa Luego es Tarde”, la banda de Pablo Torres, estaba tocando en la pizzería y con Leonel, Zambrano y Oswaldo caminamos por las calles fantasmales de Coro, nos encontramos con los seres de la noche, travestis, borrachos, vigilantes, y terminamos sentados en el centro histórico esperando el taxi que nos llevaría a todos.
Aquella noche fue la última vez que conversé con Carlos Hernández, autor de un libro que publicamos ese año en presencia de su tía. Y el cual no pudo presentar él mismo porque permanecía preso en la cárcel de Santa Rita. Sin embargo me contaba que iba a tener un hijo y que estaba muy feliz por ello, que su papá seguía esforzándose por sacarlo de la cárcel.
En todas esas noches, en todas esas tardes, me sentía feliz rodeado de artistas, poetas, músicos, locos, gente que se reunía para verse las caras y celebrarse mutuamente. Celebrar la vida y recordar a los ausentes, los queridos ausentes siempre presentes en los cuentos y las memorias que poblaban aquellas reuniones. 
Esta noche los recuerdo desde aquí, los saludo y brindo por ellos, por la amistad y por la vida, y porque todos celebramos este día del artista plástico, porque también tenemos el alma llena de colores, es decir, también es nuestro día.