Rodrigo comenzó a hurgarse la nariz con el dedo índice. Mientras ella subía más y más la voz él se hurgaba más a fondo y levantaba la carnosidad de su nariz de manera grotesca. Solo cuando ella detuvo el drama en que se había convertido aquella reunión y dejó la cantaleta, él saco el dedo de su nariz. Tenían ya dos años trabajando juntos y era la primera vez que Marilena le alzaba la voz en público, mucho menos por algo del trabajo.
La tensión era general cuando ella le dijo:
-Si no quieres obedecer, me traes la carta de renuncia y te vas.
Entonces Rodrigo introdujo la punta del dedo en su boca y luego de chuparlo con deleite, lo sacó levantando la pared lateral de la cavidad bucal para luego soltarla, produciendo un sonido de “clap” totalmente sonoro que la enmudeció.
Él se levantó, tomó sus cosas y salió por la puerta dejando la mesa en silencio. Solo se lo vio pasar frente a la ventana llevándose a la boca una chupeta y riendo como un desquiciado.
Todo eso ocurrió ayer, justo antes de salir de la oficina. Él venía llegando de dictar unos talleres en un municipio cuando ella llamó a reunión para hacerlo añicos, como nos había comentado en horas de la mañana. Pero claro, ella no se esperaba aquella reacción y la reunión terminó levantándose sola luego que ella, aun en shock, se sentara en su escritorio sin pronunciar una palabra.
Nosotros estábamos expectantes porque desde que ella llegó a la oficina comenzó a preguntar y vociferar que Rodrigo era un bueno para nada y otra pila de cosas. Incluso en el almuerzo nos contó que él había permitido a la asociación literaria organizar el evento por su cuenta: cuando somos nosotros quienes hemos financiado la actividad -dijo.
Y ni hablar de los muchachos de la tienda, él los tenía asfixiados con sus demandas sobre el horario de clases y su cumplimiento del horario laboral. Ellos le habían hecho el reclamo a ella y si bien es cierto que él era el responsable del equipo, también es cierto que ellos no necesitaban cumplir horario porque habían probado su compromiso con ella, asistiendo a las marchas, reuniones y encuentros que ella convocaba. Ve pues, lo iban a cascar y él no se dejó.
Todos nos sentimos muy incómodos, por eso salimos uno a uno de aquella oficina y todavía hoy no tocamos el tema. Supongo que más temprano que tarde tendremos que hablarlo. Rodrigo sigue sin volver y ya pasó una semana.