Dicen que los flacos pensamos mejor de noche y es cierto. Es como si la cena nos alentara al trasnocho, como si el queso en la arepa o el guarapo de panela nos desvelaran por sí solos.
Los flacos pensamos mejor de noche, no sólo a causa de una enorme cena, también porque al terminar con las labores del día, nuestra verticalidad queda despejada de tareas pendientes y esa fuerza que estuvo retenida en nuestras manos, se nos sube hasta la cabeza y comenzamos a pensar en cosas de flacos.
Ahora tendría que contar a qué cosas me refiero y no es difícil deducir que generalmente los flacos pensemos en cosas muy gordas, o no tanto, pero habitualmente redondas por alguno de sus lados. Cosas con curvas pronunciadas en las que reconocemos aquellas carencias que solo tenemos los flacos, llenos de líneas rectas y cortes por donde se nos mire.
Así pues llegamos a pensar en un plan redondo para el fin de semana o la circunferencia de los ceros que pueblan nuestras cuentas de ahorro. Algunos con la desdicha de almacenar algunos valores por delante de una cantidad enorme de ceros, viven con la zozobra de saber que algún día todo ese dinero se irá por donde vino. Y nosotros con la suerte de no acumular tantos ceros en nuestras cuentas para así dar paso a otro tipo de preocupaciones curvilíneas más productivas y esencialmente necesarias.
De este modo solemos acumular uno que otro billete en los bolsillos del pantalón o en el libro menos pensado (y menos leído) de nuestra biblioteca, como esos manuales para instalar las impresoras, para usar la licuadora, o armar correctamente el multimueble que armamos años atrás y todavía nos sobraron tornillos.
Los flacos pensamos mejor de noche también porque en la soledad se aprecia más nuestra verticalidad. Nótese bien que un flaco en la multitud es ligeramente menos flaco, en cambio un flaco que, apaciblemente o con un afán particular camina solo por una calle es tan efectivamente un flaco que puede hasta llegar a pasar desapercibido. Siendo francamente una cosa que sólo podemos hacer los flacos y que siendo una cualidad tan particular esta de escondernos bajo las sobras de los postes, también nos ayuda a concentrarnos mejor por las noches.
Además, existe la teoría según la cual esta forma de flecha que tenemos los flacos, hace que -apuntando siempre hacia arriba- los rayos lunares (incluso en luna nueva) nos faciliten el proceso de sinapsis y especialmente por las noches pensemos mejor. De noche además porque cuando nos acostamos solemos llevarnos a la cama todos los asuntos del día, lo cual es una clara desventaja con respecto a nuestros amigos menos flacos, quienes con quitarse la camisa ya se deshacen de un gran peso y cualquier preocupación cabe perfectamente en los bolsillos de sus enormes pantalones.
Especialmente esta noche los flacos de este cuarto piensan mejor de noche, porque el único flaco que habita en estos predios lo hace, y porque además algo tenía que decir antes de entrarle a esta muerte doméstica y voluntaria a la que me dirijo ahora.
Apago la luz y buenas noches.