Te pienso pues del cuarto a la cocina y descaradamente mientras me baño o cuando el dolor revive en mi tercera costilla. Te pienso asà como un fantasma atorado en las puertas que dejé cerradas y que se abren mientras la única llave descansa en mi bolsillo. Te pienso con el peor dÃa y el mejor, aquel del bisturà o este de cosecha, indiscriminadamente como un café de panaderÃa o la manzanilla que recibe la noche en esta casa que no conocerás. Te pienso cuando un viejo dolor de ciática reaparece por allá debajo de la espalda y escribo este poema cursi, más cursi que comer melcocha toda una tarde. Pensarte y no decirte nunca, nunquita, jamás, primero muerto, que te pienso.
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