“De pronto leemos que los poetas no deben pensar, sino dar en quĆ© pensar y mucha gente se convence de eso. Porque a esa gente le gustan los poetas castrados.”
Jaime Jaramillo Escobar

I
Durante este tiempo, conociendo la personalidad de nuestra ciudad coriana, nos hemos replegado para pensar mejor las cosas, y no seguir cultivando enemistades gratuitas con recitales, publicaciones y poesĆ­a. En cambio preferimos abogar por un buen juicio y una actitud coherente (un tanto sumisa) ante la real hipocresĆ­a de esta ciudad tan amada. AsĆ­ hemos destinado largos meses de debates, discusiones, lluvias de ideas, acuerdos, desacuerdos y ahora hasta fanaticada (cosa que nos sigue pareciendo extraƱa) para entender y sentenciar, de una vez por todas, de manera indiscutible e irrefutable, “y esto sĆ­ que lo digo con mucho respeto” (1) que esta ciudad es y seguirĆ” siendo hostil con la poesĆ­a, los poetas, lo que huela a una u otra cosa, lo que se asemeje y lo que se nombre poĆ©tico.
Por esta razĆ³n –que ademĆ”s no estamos dispuestos a discutir- es que nuestra ciudad resulta un manjar para la poesĆ­a, y es asĆ­ que sin esperar su beneplĆ”cito, agradecimiento, cordialidad y hospitalidad, renunciamos a todo esto para darnos una soberana hartada de poesĆ­a con la ciudad, que muy probablemente nos obligue a abandonarla antes de lo que pensĆ”bamos, sea fĆ­sica, espiritual o mentalmente, pero desde ya la abandonamos poĆ©ticamente y la dejamos a los poetas que quiera ser complacientes con ella.
No pretendan pues que sigamos las luminosas huellas de nuestros adorables poetas de las nubes. “Somos tierrafirmistas decididos” a marcar definitivamente un camino alterno, y asĆ­ lo declaramos hoy a las cinco de la maƱana con el aullido de los perros callejeros y alguno que otros domĆ©stico.
Es necesario ser extremadamente modernos, ese es el objetivo, superar la crisis. No hay otro. Y no hay mejor forma de alcanzarlo que en la carencia de la misma crisis, en la cooperaciĆ³n en el trabajo colectivo.
Los musaraƱos comienzan con el dĆ­a, posible es que duren sĆ³lo un dĆ­a, pero ese dĆ­a ha de ser inolvidable.

II
Nuestra labor es comprensible. Somos la nueva generaciĆ³n, hemos de equivocarnos, no intentando: llegando a transgredir esta realidad, regirnos por nuestros propios principios que son los principios de la tierra; construir nuestros propios cĆ³digos; quebrantar la prisiĆ³n de esta ciudad, tan poca sociedad y tanto de civil; profanar la seguridad de la tradiciĆ³n, la palabra bonita, sonora y condescendiente, la palabra de misa de domingo, decente.
Somos transgresores por naturaleza pero no nos vean como agresores, actuaremos contra el derecho de nadie. La ciudad es nuestro objetivo, porque tambiĆ©n nos pertenece. Manifestamos nuestras razones para que se entienda nuestra posiciĆ³n, y no se manipulen nuestros actos.
Venimos a proponer. Si nuestra propuesta no tiene fundamentos, se cae, no da frutos, no trasciende. EstĆ” en nuestras manos la conformaciĆ³n de un sistema que nos permita desarrollarnos y echar adelante. Salir de este estancamiento y superar la guerra contra el talento, que ha emprendido esta gente contra nosotros.
Nos declaramos tierrafirmistas, antipoetas decididos, veloces musaraƱas que han cavado una madriguera, un buen arado para sus propuestas. Que la poesƭa sea suficiente y autosuficiente, que la cultura se mantenga por sƭ misma, que no tengamos que convertirnos en poetas producto, profesionales cotizados en aƱos de experiencia, tƭtulos, reconocimientos, recomendaciones. Que la polƭtica del miedo no regrese al poder, que aunque regrese no nos atemorice. Que se den las condiciones para que los artesanos vivan de su oficio. Poesƭa artesana de empanadas en paila.
Es importante invadir a la ciudad con poesĆ­a, ya no sĆ³lo con recitales o actos literarios en espacios convencionales, con pĆŗblico convencional, tambiĆ©n es necesario intervenir esta ciudad en los espacios no convencionales, en los semĆ”foros, en el mercado, en las plazas, con carteles, sonidos, imĆ”genes, lecturas, hojas de poesĆ­a, de dĆ­a y de noche, entre los mĆ”s conocedores y los menos enterados. Es necesario que la ciudad se entere y transpire su propia poesĆ­a.

III
Aseguramos que la ciudad hablarĆ” de esto, lo condenarĆ”, lo condecorarĆ”, le rendirĆ” homenaje y buscarĆ” mil formas de ahogar el movimiento que ya ha comenzado. No temblaremos para frenar al que pretenda ganar indulgencias con nuestro trabajo, que es trabajo huĆ©rfano y hermano, no hijo ni sobrino ni ahijado de nadie. Haremos uso de todo lo que estĆ© a nuestra disposiciĆ³n, pero nadie podrĆ” hacer uso de nosotros, no estamos disponibles sino dispuestos.
SĆ­rvanse abstenerse los interesados en hacerse acreedores de nuestro movimiento para justificar su trabajo. Trabajen. MusaraƱos son los que apartan humanidad de su tiempo para la poesĆ­a extrema, la poesĆ­a sin lĆ­mites. “Aquellos que quieren callar a los poetas empiezan por ponerles lĆ­mites”. (2)
Porque si no nos queda tiempo, quĆ© humanidad nos queda. Tiempos de caos, confusiĆ³n, coyuntura, violencia. Los que abogan por la coyuntura estĆ”n quebrados por dentro, porque abogan por el quiebre. No somos coyunturales. Las coyunturas siempre favorecen a alguien y nunca a la poesĆ­a. O rompemos con la realidad o somos consumidos por ella. Con la pacha mama andamos en las buenas y en las malas, con ella nos comemos las verdes y las maduras.