ESTA MESA está harta de mí. Le serruché una pata y le clavé otra. Exhibe mis mocos secos por debajo, restos de cola blanca, cinta adhesiva y pintura. Mi hermana le pegó un papel hace tiempo, que sigue pegado a ella como un animal, aparte le clavé un tornillo a un costado para colgar mis llaves y martillé sobre su superficie el Rin torcido de una bicicleta. De noche, cuando llego, todo lo dejo sobre la mesa. Justo donde suelo diseccionar lagartijas y matar cucarachas (de las voladoras, las que se le paran en la cara a uno).

Esta mesa me odia en serio. Desde que la pelé completa y nunca le eché el barniz. Desde que el gato de mi hermano duerme sobre ella y escribí con un kilométrico tu nombre, en un corazón que me quedó muy cuadrado, pero que a todo el que me visita, igual le muestro mi garabato para que no piense estacionarse aquí por mucho tiempo.